¡Mi hijo no quiere ponerse a estudiar!

Esta es la gran frase que muchos padres y madres repiten continuamente. Mi hijo es muy vago, le cuesta mucho ponerse a estudiar y a la que se ha puesto ya es hora de cenar.  En este artículo haré mención de cuáles pueden ser los factores que influyen en su hijo y que hacen que no se ponga a estudiar. Además, citaré de algunas técnicas o modos de actuar que pueden ser útiles a la hora de conseguir que esta “vagueza” no interfiera en el día a día de su hijo.  Antes de realizar la exposición cabe advertir que cada caso es independiente que aquí solo se habla de generalidades y que se debe consultar a un especialista para hacer frente a la situación.

En primer lugar nos tenemos que hacer la pregunta que hace referencia a ¿desde cuándo mi hijo se ha vuelto así de perezoso? Intentaremos hacer memoria a ver cuándo empezó a suceder este fenómeno, esto nos ayudará a determinar si se debe por alguna situación en concreto que ha hecho que cambiase su forma de actuar frente a los estudios.
La siguiente pregunta que nos debemos de hacer es ¿qué motivo puede tener? Una de las causas que suele ser bastante común cuando les preguntas esto a los propios chicos es “si estudio y no apruebo para que quiero seguir estudiando”. Esta es la frase que repiten muchos y cuya consecuencia puede deberse a dos cosas: no sabe estudiar por lo que por muchas horas que invierta no saca rendimiento adecuado o invierte horas que para él son muchas pero que en realidad no son suficientes. En este último caso también puede deberse a que aunque invierte tiempo al no estar centrado en el tema no le cunde lo que debería.
Uno de los aspectos importantes, como ya hemos comentado en otros artículos de este blog, es motivar o que el estudiante se sienta motivado para seguir estudiando y acumulando buenas calificaciones. Puede ser una motivación que implique una recompensa a largo plazo o una a corto plazo.
En ocasiones, puede que la recompensa a largo plazo no sea efectiva ya que se entiende que queda mucho tiempo para remediar la situación y se deja hasta que la situación ya no puede ser cambiada. Las recompensas a corto plazo suelen ser las más efectivas pero hay que saberlas utilizar. Una recompensa a largo plazo sería por ejemplo: yo quiero trabajar de psicóloga, para ello necesito estudiar la carrera de psicología y anteriormente haber estudiado la educación secundaria obligatoria y el bachiller, o alguna otra vía que me permita acceder a esta formación pero al fin y al cabo voy a tener que estudiar para llegar a mi meta. Una recompensa a corto plazo sería por ejemplo: si haces todos los deberes y sigues un plan determinado te reforzaré o recompensaré con algo que tú quieras como dejarte durante un tiempo determinado el móvil o salir con tus amigos. En el caso de estas recompensas a corto plazo hay que tener cuidado y determinar claramente las condiciones del “acuerdo” para que luego no lleve a discusiones.

La comunicación con los hijos es importante así podrás plantearle las preguntas sobre el hecho de que no se ponga a estudiar y así plantear soluciones todos juntos. Es de suma importancia que no nos quedemos con que nuestro hijo es un vago porque detrás de esta situación puede haber una causa o podemos encontrar una fórmula para solventar esto e intentar que siga su camino lo más adecuado posible. Además, para finalizar hay que saber que pese a que los castigos son muy recurrentes muy pocas veces funciona como queremos por ello hay que experimentar otras fórmulas de actuación y no quedarnos con la sensación de que no hay nada que hacer porque ni con los castigos funciona. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.